Un anzuelo al conocimiento Práctica de campo de Primero de Secundaria. Río frío, Puebla.
El aprendizaje es un fenómeno que nos acompaña a lo largo de nuestras vidas en diferentes lugares y situaciones, justamente distintas y variadas formas de aprendizaje son las que ocurren durante las prácticas de campo. En esta ocasión fue en Río Frío con los grupos de primero de secundaria, la emoción y los nervios se dejaron ver desde muy temprano, platicas y risas fueron parte del camino, llegamos a un bosque soleado de aire limpio y cielo azul, un regalo para todos nosotros.
Las expectativas crecían conforme subíamos a pie hasta el lugar en el que se llevaron a cabo las distintas actividades. Lauro, nos recibió con amabilidad, con su voz profunda y su apariencia de sabio nos contó la historia del lugar y las características específicas que se conjugan para poder criar truchas y ofrecer a los visitantes la posibilidad de pescarlas y cocinarlas.
Después de conocer las particularidades de estos peces y sus etapas de desarrollo, visitamos la planta de tratamiento de agua, donde se logran con sistemas de filtrado natural, las condiciones óptimas para que las truchas puedan nacer y crecer. La frescura del aire nos hace respirar profundo y voltear hacia el cielo para descubrir los enormes pinos que rodean el lago. Con un sextante hecho por los estudiantes se midió la altura de los árboles y conocimos parte de la historia de la reforestación del sitio, afortunadamente en esa zona se han logrado reforestar muchas hectáreas. A partir de la elaboración de un plano reconocimos el lugar, y nos ubicamos recordando los puntos cardinales y la rosa de los vientos, nosotros tan citadinos tratando de orientarnos con el sol, habilidades que hoy se antojan imposibles sin la ayudadita de algún dispositivo.
Finalmente llegó la actividad más esperada y más divertida, cada quien con una caña y su carnada probó suerte en el lago, pasaron los primeros minutos entre nerviosismo y gritos, por fin picó la primera trucha, sacarla del lago y llevarla hasta la báscula para medirla y pesarla parecía difícil, la trucha no paraba de moverse y los ojos sorprendidos la seguían mientras se esperaba a que picara otra. Salían truchas, una tras otra, muchos de las niñas y niños lograron pescar, otros contaban simpáticos escapes y enredos.
Después de una hora llegó el momento de cocinar cada quien una trucha, las chicas y chicos sacaron sus ingredientes, los mezclaron y esperaron a que la trucha se cocinara en las fogatas, momentos después con hambre y emoción disfrutamos la comida con la satisfacción de haber vivido el proceso completo. La agradable caminata de regreso al camión se llenó de las pláticas y muy contentos regresamos al colegio con experiencias nuevas e historias que contar.
Valeria Reynoso