Linda despedida ¿no?
Desde que entré al Madrid se hablaba sobre el último año de prepa, circulaban en los pasillos comentarios como «ya quiero estar en opción», o «giirl imagina nuestra graduación», incluso el «voy a llorar cuando me vaya». Opción siempre fue como el sueño dorado que deseábamos todos; ser los «grandes de los grandes», pero otra parte nos decía que no era lo que realmente queríamos porque estar en opción significaba despedidas, y ninguno de nosotros quería despedirse (o tal vez sí, aún no estoy muy segura).
Este año fue distinto, llegó una crisis sanitaria en forma de pandemia y toda la tradición de: «últimos dos meses de desmadre en la prepa», «último día en la prepa con canciones de nuestros tiempos bailadas por toda la generación en nuestro último receso», «speeches presenciales de agradecimiento a nuestros maestros y a nuestros compañeros», «saber que ya nos íbamos pero no sentirlo realmente hasta la entrega de diplomas en donde nuestros padres nos verían con cara de: ‘mis bebés ya crecieron'». O no sé, estar por última vez en nuestra última clase y pisar por última vez la explanada, o ir por última vez al baño, tomar agua de los bebederos, jugar volleyball, pasar lista, llorar, gritar, nuestra graduación… Todo como «se supone» desde siempre planeamos pero no, se acabó, se terminó, y sin esperarlo, concluyó en frustración.
Es por eso que escribo esto. El pasado primero de marzo del presente año (de 2020), toda la Opción B salimos de práctica de campo al estado de Nayarit, con el propósito de conocer una parte de nuestro país que representa una enorme diversidad biológica y una gigantesca diversidad cultural. En este viaje conocimos carreteras, personas, especies y espacios nuevos, contextos diferentes al nuestro. Pusimos a prueba nuestra capacidad racional y nuestro gusto por la ciencia para fomentar la infraestructura mental ambiental que durante todo el año construimos como grupo. Sí, vimos cosas que no se ven todos los días, cosas que quedarán en nuestra memoria, como el ver a dos ballenas saltar al mismo tiempo a unos metros de las Islas Marietas; bobos con patas azules mirando sus mismas patas azules (que irónico ¿no?); el amanecer en una isla en medio de la nada; sentir la brisa del viento fresco en nuestros rostros mientras observábamos las maravillas de un mar inmenso por horas; tortugas tomando el sol a la deriva; un león marino jugando con él mismo; nadar y observar al pez más grande del mundo (más bien eran como cinco tiburones ballena de hecho); ver a ballenas madre con sus crías guiándolas por la vida que apenas comienzan; muchísimas especies de pájaros distintos que ponían a prueba nuestra habilidad para esquivar sus desechos que caían rápidamente desde los árboles que solían desembocar en nuestro cabello; un cráter enorme; un faro muy alto; dormir con un buen de niñas en una tienda de campaña enorme como si fuera la pijamada más grande del mundo pero un poco más mmmm “natural”; pescar a la luz de la luna y bajo un mar de estrellas diminutas; probar los tamales de camarón más ricos del mundo (o por lo menos conocerlos porque muchos no sabíamos que existían); hacer los seminarios más divertidos de toda la prepa; ver la llegada del anochecer a la orilla del mar en una especie de círculo de unión y de confianza enormes; llevar a nuestros cuerpos a un estado de cansancio tal, que ni ganas de jugar UNO o de platicar en los cuartos nos quedaban después de las doce; incluso conocer partes del grupo que no conocíamos…
Sí, vimos cosas que no se ven todos los días. Sin embargo, este viaje no sólo implicó el ver cosas que no se ven todos los días, este viaje no sólo estuvo lleno de aprendizajes que renovaron nuestros conocimientos, no sólo fuimos al mar y conocimos especies nuevas (que fue increíble por cierto), no sólo fuimos a pueblos como Sayulita o Punta Mita y compramos recuerdos, o no sólo aprendimos que hay sólo dos especies de árboles en la Isla María Isabelita -mejor conocida como la Isla Isabel– y alrededor de noventa especies de aves. Este viaje significó mucho más que fotos o chistes malos. Este viaje fue como la despedida que no podremos realizar (y que desafortunadamente muchos de nuestros compañeros de generación tampoco pudieron, ni en su última práctica de campo de la prepa). Este viaje significó cerrar un ciclo, cerrar un ciclo que nos impulsa poco a poco al mundo real, nos mostró las realidades de nuestro mundo; desigualdades sociales, el cómo vive la mayor parte de los individuos que habitamos en este país; el cómo la naturaleza SÍ importa y existen personas que han dado su vida porque se preserven las especies que tanto nos hemos esforzado por extinguir como humanidad. Fue una experiencia que en cuatro días se convirtió en enseñanza, que fomentó nuestra pasión y nuestra esperanza de que aún existen cosas que podemos cambiar, que pueden ser diferentes. Este viaje significó una despedida a nuestra “niñez” y un paso a un mundo que nos espera ahí, paciente, por siempre. No sólo aprendimos cosas nuevas, conocimos a personas que cambiaron nuestras perspectivas, convivimos con espacios que nos dejaron ese granito de arena dentro que será nuestra motivación luego. Nos permitió reflexionar, darnos cuenta de que existen, AÚN, cosas como: esperanza, solidaridad, compasión, amabilidad, honestidad, sinceridad, respeto, valores, principios, aspectos que hemos olvidado con el tiempo y que es muy importante recordar. Cosas que nos permiten ubicar que tal vez el virus no es el problema sino el sistema.
Y eso, todo eso que mencioné con anterioridad, es la mejor despedida que nos pudieron haber dado. Es por eso que nos sentimos afortunadas, contentas, en paz. Porque de alguna manera Opción B sí tuvo su despedida, y… una que no será fácil olvidar. Gracias a Paulina y a Mariana por eso, y a la compañía de viajes que ayudó a organizar junto con su personal, a las autoridades, a los miembros de seguridad, a todas las personas que tuvieron un mínimo o un máximo que ver con hacer esto realidad, a los seres vivos, a las personas que conocimos, a los ecosistemas con los que coexistimos, a México por existir, a nuestras familias (por meternos al Madrid y por pagar hahaha), y sobre todo a mi salón que hizo de este viaje uno memorable. Los voy a extrañar.
Con cariño… Natalia
Natalia Ramos 6020