Volver a lo que dejamos pendiente. Sierra Gorda de Querétaro Módulos de educación ambiental, tercero de Secundaria

Hace tres años nos quedamos con las maletas en la mano. Durante todo ese tiempo, desde el ciclo 2019-2020, la situación mundial nos obligó a aprender de nuevas maneras a convivir e interactuar con el mundo, lo sabemos bien. La realización de prácticas de campo en el Colegio y de muchas otras formas de organizarnos se pausó o cambió respecto a cómo eran pensadas y realizadas, y desde otros esfuerzos pudimos reconfigurar alternativas para avanzar en el aprendizaje. Tres años después, nos encontramos con la sensación de que necesitábamos que algunas de esas actividades que nos quedaron pendientes, simplemente volvieran, sin pensar mucho en cómo hallar maneras para adaptarlas a los tiempos actuales. Era necesario recordar de primera mano, volver a estar ahí y darnos cuenta de lo mucho que nos hacían aprender. Hacía falta volver a intentar lo que ya funcionaba.

La práctica de módulos de educación ambiental, de tercero de secundaria, cumple un papel clave en el crecimiento de los estudiantes, maestras y maestros como comunidad de aprendizaje. Aunque no es la primera de ellas, es una de las puertas de entrada para las y los estudiantes del Colegio, a un trabajo de campo que se acerca mucho al realizado profesionalmente en la disciplina de Biología. Es, para decirlo en pocas palabras, una muestra del trabajo real que hacen las y los biólogos.

Este año decidimos ir juntos, sin importar que cada clase tuviera un enfoque diferente, a un lugar sorprendente de nuestro país: la Sierra Gorda en la huasteca queretana. Caminamos en paisajes secos y espinosos; sitios de relevancia histórica y cultural para México; bosques trazados por los ríos, una cueva en medio del bosque; subimos hacia el lugar donde las nubes cubren las montañas y vimos fósiles de hace millones de años. Las y los maestros que formamos el equipo de trabajo, desde el saber de nuestras disciplinas (Historia, Literatura, Química, Música, Matemáticas, Arqueología, Biología y Psicología), hicimos lo posible para aventurarnos durante tres días en este esfuerzo lleno de nervios y emoción, junto con una generación que había conocido la Secundaria desde su casa a través de una pantalla, hace casi tres años. Fue un esfuerzo grande que, aunque de pronto resultó imponente, nos generó la sensación de que tenía que hacerse. En el trayecto, además de lo académico, pudimos volver a encontrarnos con aprendizajes que el trabajo en campo fortalece, como el sentido de comunidad y convivencia, además de todo lo que ello implica y más allá de pupitres, paredes y herramientas digitales de por medio. Salir a respirar el aire fuera de la ciudad era algo que nos hacía mucha falta. 

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