Crónica de una leyenda
Si hubiera un mes ideal para sembrar minificciones de terror, muchos dirían que ese es octubre; sin embargo, para nuestros estudiantes de bachillerato la invitación llegó desde septiembre. Todo comenzó en el 2023, antes del simulacro anual, de la tembladera y del consagrado bolillo pa´ el susto, DGIRE mandó el reto de las 250 palabras o menos. Más de un gustoso por los temas de terror y de las leyendas que condimentan nuestro imaginario popular se dio a la tarea de escribir breves relatos. Los textos estuvieron inspirados en las posibles mentiras dichas a los protagonistas de su propia historia.
La escritura de las leyendas comenzó ahí por noviembre, entre fríos, pan de muerto, y la preocupación que trae cualquier cercano final de semestre. Hubo de todo: mujeres engañadas, además de dedicadas a llorar; brujas incomprendidas, difamadas, hasta embarcadas en un dibujo; un charro que no quería pagar sus deudas; una muñeca que desmiente rumores acerca de su muerte y otras de sonrisa escondida; un perro mata-ganado, el cual se volvió terror de toda la nación; las disertaciones acerca de la vida como Nahual, y el relato de los andares de una criatura de dicha naturaleza.
Durante las vacaciones, las leyendas se quedaron reposando igual que la masa para una rosca de reyes. Después, entre los días de tamales y los de chocolates con flores se mandaron los textos al concurso, con la esperanza de que alguna de las jóvenes plumas madrileñas se llevara la presea, o cuando menos un regalito por mención honorífica. Cuando la Semana Santa hizo acto de presencia Teo, Martina, Mateo, Alize, Erandi, Penelope, Einhar y Kei se fueron a descansar muy tranquilitos, porque sí les habían aceptado el texto, el pseudónimo y todo lo que pidieron para el registro.
Al final, como regalo atrasado del día del maestro, llegó la noticia de que “La zarigüeya silenciosa” quedó entre las meras meras, pues se llevó el 2° lugar entre todos los textos recibidos por DGIRE. Los maestros del Madrid nos pusimos muy contentos, tanto que hasta hubo fotos, aplausos y toda la cosa… Lo más bonito fue cuando acompañamos a Kei Zambrano a recoger su premio.
Como siempre, acá nos alegramos por los logros de aquellos a quienes tenemos cercanos. Se demuestra con una sonrisa, un aplauso o una entrega de diplomas un viernes 6 durante el recreo grande, con la explanada del CCH llena de los compañeros, los maestros y harto harto júbilo.
Ojalá que en el próximo concurso haya muchas más historias, más leyendas y la gran emoción de siempre.
Nos vemos a la otra.
En el siguiente enlace podrán encontrar el relato en voz de la autora, del trabajo ganador del segundo lugar del Concurso de Minificción, organizado por la Dirección General de Incorporación y Revalidación de Estudios de la UNAM: La zarigüeya silenciosa
Erika Velázquez
CCH