Avistamiento de ballenas

Las prácticas de campo y, en especial, la práctica de campo de avistamiento de ballenas, son grandes oportunidades para que los estudiantes vivan y observen los ciclos naturales y los procesos antropogénicos que afectan la vida en el planeta; se trata de una experiencia de exploración y conciencia. Aprender a observar, escuchar y analizar estos procesos nos guía hacia un futuro sostenible y respetuoso con la naturaleza.
Nuestra reciente práctica de campo 2025 nos llevó nuevamente a las maravillas naturales de Nayarit, una experiencia que combina ciencia, educación y reflexión sobre la biodiversidad y el entorno que compartimos.
El día en que aterrizamos en Puerto Vallarta, nos dirigimos al Instituto Tecnológico de Bahías de Banderas. Ahí nos recibió el Dr. Roberto Moncada Cooley y en su laboratorio nos dió una plática acerca de las diferentes líneas de investigación que desarrolla y compartió la colección de huesos de diferentes especies, las cuales pudimos explorar con libertad mientras los estudiantes entrevistaban al investigador. Al terminar, salimos a San Blas, nos quedamos en Playa Cocos donde pasamos un rato en la playa para ver el atardecer y nadar en el mar.

Al segundo día el recorrido comenzó en la marina, donde embarcamos para explorar la Isla Isabel, una joya de conservación de poblaciones paralelas de pájaros bobos patas azules y fragatas, entre otras especies. De camino, antes de lo que esperábamos, ¡avistamos ballenas jorobadas junto con sus crías!, una experiencia que quedará grabada en nuestras memorias y que reafirma la importancia de estas aguas como áreas clave de reproducción para las ballenas jorobadas. Además, operadores de Ecomata, la cooperativa con la que hacemos el recorrido, nos compartieron unos tamalitos de camarón, rajas y pollo, además de melón y papaya, así que desayunamos con ballenas y los estudiantes aprovecharon para entrevistar a nuestros guías que son expertos en el área y nos compartieron sus experiencias.
En Isla Isabel, cuando desembarcamos, nos recibieron con un refrigerio: frutas, agua de cebada, galletas con miel, pan tostado y algunas otras cosas deliciosas. Nos dividimos en grupos pequeños para poder explorar sin impactar el medio; caminamos por sus senderos entre nidos de fragatas y piqueros de patas azules. La isla tiene una extensión pequeña y la exploramos de cabo a rabo. Subimos al faro donde se puede ver toda su extensión, la playa del ocaso y las pozas, además del lago cráter. Los pájaros bobos de patas azules son las estrellas del recorrido; nos sorprendieron con su peculiar comportamiento y su habilidad para adaptarse al entorno insular. Realizamos mediciones fisicoquímicas del agua en el lago cráter, en las pozas y en la bahía de los pescadores; las características únicas nos invitaron a reflexionar sobre la relación entre los hábitats y los organismos que los habitan. La última parada del recorrido fueron las pozas de marea; ahí nadamos y observamos los organismos que viven en las rocas, así como pequeños peces coloridos. Al terminar nos recibieron con una comida deliciosa, probamos chimichangas de ostiones y pargo sarandeado recién pescado, además de otros platillos. Regresamos al hotel y tuvimos un seminario para presentar los reportes sobre la calidad del agua en los diferentes contextos estudiados.

El tercer día lo dedicamos al manglar en la Tovara, la toma de muestras de manglar que nos mostró la complejidad de las interacciones entre la vegetación, la fauna y las condiciones del agua. Visitamos el cocodrilario comunitario y recorrimos el río hasta el manantial, observando cómo las condiciones ambientales transformaban el paisaje y los organismos que lo habitan. Este lugar es una muestra viva de cómo la conservación y el turismo pueden trabajar de la mano para proteger la biodiversidad local. Al terminar tomamos camino a punta mita para tener nuestro seminario debate, donde los estudiantes llegaron a acuerdos y firmaron los acuerdos tras un arduo trabajo de reflexión sobre el derecho a la existencia de las especies, pasando por las grandes especies de mamíferos hasta los insectos como el mosquito. Cada uno expuso posturas y prácticas de conservación que tomaban en cuenta factores sociales, culturales y económicos desde el papel que se les había asignado.
Finalmente, cerramos nuestro viaje en las Islas Marietas, donde el avistamiento de ballenas y el esnórquel entre peces de colores pusieron el broche de oro a esta experiencia. Este viaje no solo fue un espacio para aprender sobre la biodiversidad, sino también para conectar con las comunidades locales, entender sus desafíos y valorar el conocimiento que comparten sobre la gestión sostenible de los recursos. Nos sentimos honrados de poder transformar el aula en un laboratorio viviente, fomentando la conciencia ecológica y la educación para un futuro más sostenible, nos parece que estas vivencias nos recuerdan que el cuidado de la naturaleza es un privilegio y una responsabilidad compartida. Continuemos trabajando juntos para construir un presente y un futuro en armonía con nuestro entorno.