Encuentro de dos mundos.
Encuentro de dos mundos. Una breve crónica del Intercambio académico entre el Colegio Madrid y el Colegio Estudio.
Por: Karla Amozurrutia
Todo comenzó aquel 26 de abril cuando llegarían de aquel viejo continente, en específico, de Madrid, España nuestros nuevos alumnos temporales y nuestros colegas, compañeros de casa por dos semanas. La emoción nos invadía pues 23 alumnos venían por primera vez a este país del cual habían escuchado hablar en sus libros de historia, pero que en realidad no conocían excepto por lo que escuchaban en la televisión (narcotráfico, violencia, contaminación, mundo de gente…). Los alumnos mexicanos morían de curiosidad por conocer en vivo y a todo color a sus compañeros con los que habían estado trabajando alrededor de 3 meses de manera virtual y con los que habían construido una comunicación llana o cercana, según fuera el caso, para la presentación final sobre su tema de investigación, pero lo que más les importaba era quién y cómo sería el o la que estaría compartiendo su casa como un hermano(a) más.
Los dos mundos se encontraron en el aeropuerto después de esperar ansiosamente y observar detrás de ese vidrio de la aduana que los españoles estaban contando una y otra vez los pasaportes antes de salir a conocernos, parecía que habían perdido algún pasaporte – debo señalar que esa sensación no se la deseo a nadie en este mundo y menos cuando tienes a tu cargo 23 alumnos menores de edad-, después de unos minutos donde la curiosidad crecía inevitablemente, los alumnos y profesores españoles salieron; las caras de muchas mexicanas sollozaron de alegría y los mexicanos temblaban de nerviosismo expectante, por fin los dos mundos se descubrían.
Los días pasaron, los paseos aunaron a la convivencia de 46 alumnos que ante el escepticismo de algunos profesores y el entusiasmo de otros se vislumbraba complicada por el número de adolescentes; sin embargo, todo fluyó como debía ser…Teotihuacan fue testigo de una fuerte discusión sobre el capitalismo y el consumismo, sobre la pobreza y la riqueza, sobre el pasado prehispánico y los extraños a caballo llegados de otro continente; los alumnos españoles estaban muy receptivos y los mexicanos trataban de explicar su cultura prehispánica que, para algunos, parecía que estaban reconociendo por vez primera en esas pirámides colosales…El Zócalo y el Museo de Antropología fueron los escenarios idóneos para entender algo de historia, pero sobre todo reconocer en el encuentro de estos dos mundos un sentimiento que empezaba a nacer entre sus integrantes: el amor, ¡sí! las primeras miradas y abrazos más que afectuosos empezaban a aparecer entre la explicación del calendario mexica y la diosa Coatlicue.
Pero llegó el día de viajar hacia el viejo mundo y ser ahora los invitados de nuestros alumnos españoles que habían sido tratados maravillosamente por sus anfitriones mexicanos (alumnos, padres y madres) y estaban ansiosos de corresponder de igual o mejor manera el maravilloso trato, pues los rumores habían llegado hasta oídos de los padres españoles.
Viajar con 46 adolescentes no fue fácil, fue todo un reto para Aura, Irene, Carlos y yo, bajo las miradas sorprendidas y desencajadas de los pasajeros del avión, convocábamos y reuníamos al unísono a nuestros hijos, ¡sí, eso! nuestros hijos temporales, tanto españoles como mexicanos, y ellos así nos observaban, como sus padres adoptivos, sobre todo cuando necesitaban una pastilla para el dolor de cabeza, una pastilla para la “tripa”, “un abrazo porque tengo frío”, guardar la cámara fotográfica, poner un curita, acompañar a la cama de la enfermería, etc…etc…
El Colegio Estudio siempre tan acogedor en su recibimiento, nos “acogieron” (usando el término en su variedad lingüística ¡je!) como solo ellos saben hacerlo: cálidamente. Las clases y sus instalaciones siempre a disposición de los cansados y “atemporalizados” alumnos, sobre todo las camas de la enfermería…El clima favorecía claramente nuestro paso por Madrid, levantarse a las 8:00 para entrar a las 9:00 am a las clases hacía más venidero el sueño, la comida del comedor deliciosamente servida nos alegraba el paladar siempre sin decepción alguna y el café matutino, para nosotras, era el elixir que siempre será difícil de olvidar, Aura opinará igual ¡lo sé! y el calor de la tarde acompañaba amistosamente los andares por las calles de Madrid,
En fin, después de las tapas, los pintxos, las cañas, los quesos, las exposiciones, las clases, las caminatas, las excursiones, el sol, la lluvia, la compañía, el llanto, las risas, los museos, los miradores, los pies cansados, las despedidas, los abrazos, la historia, la lengua…debo decir que el encuentro entre dos mundos se hace cada vez más fuerte y más profundo: entrañable…el redescubrimiento de dos mundos y dos culturas sigue latente hoy más que ayer…
Gracias totales a María Arenillas, Maru Colsa, Aura Zarauz, Irene Arenillas, Carlos Castilla, al Colegio Madrid y al Colegio Estudio porque sin ellos, esta “empresa” no hubiera llegado a buen puerto ¡Salud!