La Feria de las Lenguas en la secundaria
Con una serie de tablones y mamparas (y una maestra revolucionaria dando órdenes mediante un megáfono) tuvo lugar el jueves anterior a la Semana Santa, La Feria de las Lenguas de la secundaria del Colegio Madrid. Mimos franceses repartiendo fondue, en franco homenaje a Marcel Marceau; Garotas brasileñas explotando el cacao; vampiros rumanos con la sangre seca; Taekwondoines coreanos dispuestos a explicar el Hangul; nahuatlatos insertos en el huipil poblano y que cocinaron huauzontles; flamencos del norte de Bélgica con un pastel de arroz con leche inolvidable; gorditas de cochinita pibil con la violencia del chile habanero y bajo el rayo de sol, como si se ubicaran en la meseta yucateca y sus inclemencias climáticas; crepas rellenas de frutos secos de la India y Lassis de tomillo y mejorana, como si la presencia vital de las lenguas expuestas, se pudiera modernizar en el contexto escolar y sirviera de punta de lanza de la experimentación. Catalanas con más gracia que cualquier sardana; ingleses capaces de distinguir la pronunciación irlandesa de la australiana; italianas arrinconadas en el aislamiento de Sicilia o de Cerdeña; y, chinos y japoneses alternando una vecindad que por sí sola, supera las diferencias milenarias de ambas culturas.
La Feria de las Lenguas es una inolvidable Torre de Babel, encendida y energética, en la que las lenguas sirven de mesa de presentación de un proceso cultural e histórico que combina 36 lenguas distintas, y las mezcla en la explanada de la secundaria del Colegio Madrid. La Feria de las Lenguas es el resultado del trabajo de un mes completo de los alumnos de tercero con los maestros de español, mes que empieza por la sonrisa de los alumnos que descubren que ahora les corresponde organizar lo que ellos vivieron como público en los años anteriores. Durante dos horas bajo el sol inclemente, con el que superamos el invierno de nuestros descontentos, se presenta al resto de los maestros y alumnos de la secundaria, quienes la evalúan.
Espléndido ejercicio de convivencia cultural, lingüística y pedagógica, la feria es un delirio jubiloso que desencadena el verdadero valor del aprendizaje, ése que permanece y se vuelve inolvidable. Tal es así que en este año, los alumnos lograron que, para presentar sus lenguas y sus culturas, compartieran la misma mesa turcos y hebreos.