Viaje cultural a España, primavera de 2016.

Viajar implica desplazarnos en el espacio para buscar el encuentro con “el otro” y sumergirnos, aunque sea por un tiempo limitado, en la cultura de esos “otros”. Pero viajar a España, más si pertenecemos a la comunidad del Colegio Madrid, es desplazarnos y sumergirnos en una de nuestras “raíces” históricas y culturales, donde esos “otros” son, en parte, “nosotros”.

Quince chicas y chicos del bachillerato y dos profesores realizamos un intensísimo itinerario cultural en España del 17 de marzo al 1º de abril pasados. Los primeros cinco días fueron para Madrid; desde el hotel, a un costado de la estación Príncipe Pío, podíamos ver el Manzanares. El primer día fue sólo de reconocimiento entre llovizna y vientos fríos: plaza de España, donde nos tomamos nuestra primera de muchas fotos grupales con el ingenioso hidalgo, la Gran Vía hasta Cibeles pasando por Callao, el Banco de España, Paseo del Prado, el Neptuno, de regreso a Colón, calle de Génova hasta la calle comercial de Fuencarral.

El sábado fue el día para El Prado, donde pudimos apreciar a los primitivos flamencos y el renacimiento alemán, especialmente el extraordinario Jardín de las Delicias de El Bosco y el díptico Adán y Eva de Durero; el renacimiento italiano con Fra Angelico con su hermosa Anunciación y Tiziano y su Carlos V, tormentoso retrato del emperador “donde no se ponía el sol”; el manierismo de El Greco; el barroco español y la obra cumbre de Velázquez: Las Meninas; y por supuesto a Goya, extraordinario pintor-testigo de su tiempo, desde la familia de Carlos IV hasta sus pinturas negras. Más tarde, paseo por El Retiro, los palacios de Velázquez y de Cristal, el monumento del Ángel Caído, donde platicamos del Paraíso Perdido de Milton, salimos por el lado de Atocha y comimos. Ahí nos separamos, algunos se fueron de compras y otros caminamos por el barrio multiétnico de Lavapiés, hacia la Plaza Mayor, donde compramos gorras, comimos churros con chocolate en San Ginés, para regresar a descansar al hotel.

La mañana siguiente, fría y nublada, fuimos a El Escorial, con su excelente pinacoteca y colección de mapas, enmarcada en el sobrio y austero monasterio estilo herreriano construido por Felipe II, así como el Panteón Real. Por la tarde en Madrid paseamos por la Plaza de Oriente y ante las estatuas de los reyes hablamos sobre la monarquía visigoda, los reyes de la reconquista hasta los reyes católicos, luego los Austrias y finalmente los borbones. Caminamos hacia la Plaza Mayor y la Puerta del Sol con su “oso y el madroño”, visitando el Madrid de los Habsburgo. Finalmente, algunos nos fuimos en metro a ver el partido Real Madrid vs. Sevilla en el Santiago Bernabéu (4-1).

El lunes fuimos al museo Reina Sofía y el imprescindible Guernica, con su estilo analítico y testimonial, y la excelente colección de dalís, picassos y mirós, entre muchos otros pintores modernos y contemporáneos. Por la tarde visitamos el Palacio Real de Madrid con todo su lujo y boato, fuimos al mercado de San Miguel, donde primero se come con los ojos y después con el tacto, el olfato y el sabor. Foie gras, boquerones, anchoas, calamares, chipirones y quesos diversos. Finalmente paseamos por las plazas Humilladero, Cascorro y Tirso de Molina.

Toledo es una ciudad con mucha más historia que Madrid; Madrid es joven, del siglo XVI, pero Toledo es una capital muy importante desde, al menos, la época romana. Entramos a Toledo por la Mezquita, donde vimos restos de la calzada romana. Luego fuimos a Santo Tomé a ver el extraordinario Entierro del Señor de Orgaz, donde uno ve con toda claridad el horror vacui del autor. De ahí nos trasladamos a la Sinagoga Santa María La Blanca, donde comprendimos la importancia de la cultura Sefardí para España. Comimos en La Venta de Aires, lugar de reunión de Luis Buñuel, Salvador Dalí, Federico García Lorca y Rafael Alberti. Después subimos hacia la Catedral, gran monumento de la historia española que combina todos los estilos desde el románico hasta el barroco, como un edificio vivo. La pintura de El Greco nos volvió a sorprender, en especial ese Cristo con túnica color rojo intenso.

Por la tarde, ya en Madrid, fuimos al centro cultural El Matadero, edificio de principios de siglo que servía precisamente como matadero de animales, pero que hoy es un importante lugar de intercambio y diálogo artístico y cultural aprovechando sus enormes naves.

El miércoles comenzó en Córdoba nuestra ruta por Andalucía, donde nos recibió el Guadalquivir (río grande en árabe) y su puente y puerta romanas. Visitamos la extraordinaria Catedral-Mezquita con su bosque de columnas, sus arcos de herradura y polilobulados, su impresionante Mihrab y sus altares renacentistas y barrocos, síntesis histórica y artística de más de mil años. También vimos las murallas, la Sinagoga y el callejón de las flores. En la tarde-noche las procesiones de la semana santa nos sorprendieron y apenas pudimos pasear; en algún momento nos separamos y fue casi imposible volvernos a juntar, cosa que logramos en el templo romano. La mañana siguiente la ocupamos en visitar el Alcázar de los reyes cristianos, obra del reinado de Alfonso XI.

En Sevilla paseamos por el barrio de la Cruz, hacia el centro y de ahí a la plaza de España, que los chicos reconocieron inmediatamente como el planeta Naboo de Star Wars. Otra vez el Guadalquivir, la Torre del Oro y la Maestranza, paseo por el barrio de el Arenal, hasta la plaza mayor, donde subimos al Metropol-Parasol, o simplemente las Setas de Sevilla.

A la mañana siguiente entramos a la Catedral y su extraordinario retablo hispano flamenco y subimos a la Giralda. Recorrimos la calle de Sierpes, comimos, y regresamos a pasear por el Archivo de Indias y la Universidad. Por la noche fuimos a un colorido y emotivo espectáculo de flamenco.

El Real Alcázar de Sevilla nos mostró el contraste entre el Palacio de Pedro el Cruel, de estilo mudéjar del siglo XIV y los techos góticos de la época de Alfonso X y los salones de Carlos V. El paseo por el Jardín, una delicia.

La siguiente estación fue Granada. Comenzamos por la Capilla Real y las sepulturas de los Reyes Católicos y de Juana “la loca” y Felipe “el hermoso”. La corona de Isabel y la espada de Fernando, y las preciosas pinturas flamencas. Luego fimos a la Catedral, de estilo renacentista, y caminamos por el centro. Cenamos todos juntos en el paseo de Elvira, Cus cus mixto, y a descansar.

La Alhambra nos deslumbró con sus diferentes estilos de ornamentación como el mocárabe, vimos los palacios nazaríes y hablamos sobre Boabdil y la famosa anécdota del suspiro del Moro: “No llores como una mujer lo que no pudiste defender como un hombre”, así como el asesinato de los Abencerrajes. El contrastante Palacio de Carlos V. La Alcazaba y la puerta del Vino, hasta la torre de los siete suelos. Todos muy bien explicados por Emilio, nuestro guía. De ahí a los jardines renacentistas del Generalife y de regreso a pie a la Plaza Nueva. Después de comer y apenas descansar, caminamos por el Darro, visitamos los Bañuelos árabes, y subimos al Albaicín y su plaza larga hasta el mirador de San Nicolás. Por la noche algunos hicimos un mini tour por el Albaicín de noche, para ver la iluminada Alhambra y, ya en el barrio gitano del Sacromonte, apreciar un espectáculo de flamenco en una de sus cuevas.

El regreso a Madrid estuvo pesado por el tráfico y tomamos la tarde para descansar. Al día siguiente visitamos el mueso Thyssen-Bornemisza, donde apreciamos obras desde Fra Angelico hasta Andy Warhol y por la tarde fuimos al museo del Romanticismo, que nos trasladó al Madrid Isabelino del siglo XIX, y otra vez a callejonear por Madrid: Fuencarral, Gran Vía, Callao, y compramos libros en el FNAC.

San Antonio de la Florida fue la primera parada del miércoles por la mañana con sus bóvedas pintadas por Goya y sus famosas ángelas. De ahí al templo de Debod, edificio egipcio de 2200 años de antigüedad que fue donado a España por su apoyo en el rescate arqueológico que significó la construcción de la presa de Asuán.

En el Museo Arqueológico Nacional vimos la rica prehistoria ibérica (Atapuerca y Altamira); los tesoros tartesios, las piezas bélicas celtas y sus verracos, así como las aportaciones fenicias y griegas; el arte ibérico, las damas de Elche, de Basa y de Ibiza; la Hispania romana, en especial sus estupendos mosaicos; las fíbulas visigodas y la corona de Recaredo; el arte árabe y mudéjar; la España cristiana medieval y su arte prerrománico y románico; hasta la España moderna. Pudimos ver en vivo todo lo que platicamos en las clases de Historia y Geografía de España.

De ahí al mirador del palacio de la Cibeles y lentamente caminar hacia el hotel, pasando otra vez por el mercado de San Miguel.

La última mañana en Madrid la ocupamos en el museo de artes decorativas y en seguir callejonendo. En la tarde fuimos al aeropuerto y después de 12 horas y casi 10 mil km llegamos a México exhaustos a las cuatro de la mañana.

Ydalid, Mariana, Alejandra, Jimena, Celeste, Fernanda, Arlet, Amanda, Miquel, los dos Diegos, Andoni, Alfredo, Roberto, Santiago, Claudia y yo compartimos durante dos semanas muchos aprendizajes; largas caminatas y agradables conversaciones; ciudades hermosísimas, llenas de pasado y de presente; y una gran cantidad de lugares para dejar ir la mente y recordar para siempre. Un abrazo fuerte a ustedes con quienes construimos una experiencia de vida.

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Comments (3)

  • Ernesto y Claudia. Nuevamente gracias por esta aventura. Sin duda un viaje intenso en todos los sentidos pero lleno de cultura y buenos momentos. Esperemos que sigan muchos más. Felicidades!!

  • Agradezco en el alma a Ernesto y Claudia por compartir su pasión, intensidad y gusto de viajeros sabios con este grupo de jóvenes que empiezan a conocer otras culturas. Mil gracias y abrazo con mucho cariño

  • Se agradece la modesta síntesis pulcra y apasionada y se percibe entrelíneas cómo además del intenso itinerario hay mucho más: experiencia, crecimiento personal, refuerzo de la pertenencia, el afán por saber, por ser; también un dejo de nostalgia porque el viaje acaba, aunque con la satisfacción de que para esos jóvenes puede ser el principio de un despertar por conocer y por conocerse y reconocerse en los otros. Quizá vengan a cuento unas líneas de Lope de Vega (que recordé cuando visitaron su casa) acerca del «viaje» introspectivo hacia sí mismos, y una reciente declaración de Vargas Llosa sobre el efecto de «alejarse para acercarse»:

    A mis soledades voy

    A mis soledades voy,
    de mis soledades vengo,
    porque para andar conmigo
    me bastan mis pensamientos.

    ¡No sé qué tiene la aldea
    donde vivo y donde muero,
    que con venir de mí mismo
    no puedo venir más lejos!
    Lope de Vega (fragmento)

    «París fue donde empecé a sentirme latinoamericano. Había una América Latina que era la patria grande. Un mundo riquísimo en personajes, en aventuras, en situaciones novelescas, y que había empezado a producir ya escritores que utilizaban la modernidad para tratar de contar ese mundo» («En París empecé a sentirme latinoamericano”: Vargas Llosa, La Jornada, 6 de abril).

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