Un día en el mercado de San Juan.

Samarah Torres Piñón 4010

Un golpe de sabores, olores, sonidos llegan a ti conforme vas avanzando. Lo primero son varios pasillos, que dependiendo de cuales elijas es lo que tus sentidos captaran.

Por cada puesto que pasas hay gente ofreciendo y vendiendo sus productos, son tantas personas hablando a la vez que no sabes ni que escuchar primero , y siempre debes estar preparado para decir “no, muchas gracias”.

Los pasillos son angostos, no hay manera de que dos personas vayan caminando uno a lado del otro, parecería que si, pero si lo haces y estas despistado, un gran carrito con comida te puede golpear.

La primera parte es un pasillo lleno de quesos, ¡de todo tipo!. Llega un olor no tan agradable, toda la combinación de olor de esos quesos tan exóticos hace que de vez en cuando te duela la cabeza, hay tantos precios, altos como bajos, también depende donde lo compres. El puesto de tu derecha, con una mesa bien adornada, vasos, servilletas, manteles, sillas de piel, una gran vitrina en donde se exhiben sus productos, te encuentras con ese queso no común, cuyo precio es de aproximadamente 150 pesos, pero el puesto de tu derecha, cuya presentación no es tan llamativa hay mucha más variedad de sus artículos y a un precio más considerable.

Si continuas caminando te topas con la mejor parte del mercado, la más fresca y la más deliciosa que te puedas imaginar, incluso cuando acabas de hacer tus compras, te das otra vuelta, solo por diversión, parece un paraíso de colores, de hecho eso es efectivamente lo que te atrae, ¡los colores!. Bellas y deliciosas frutas. La gente de los puestos de pregunta “se le ofrece algo” “tenemos lo que guste” “a precios muy baratos”, por más ganas que tienes de decir “si, deme esto, esto y esto”, solo podrás comprar a lo mucho 2 manzanas. Los precios serán accesibles, pero tu bolsillo no.

El suelo pegajoso, lleno de agua, sales de ahí y lo único en los que piensas es en darte unas 5 duchas con agua hirviendo, huele peor que los quesos. Animales muertos por aquí y por allá. Los pescados no son tan malos, si vez los camarones, el cangrejo y los filetes se te hace agua la boca, pero los tiburones, pez espada, pulpos u otra cosa medio extraña que encuentres, te hace querer salir corriendo de ahí, agregando también los precios, que son horrorosamente caros.

En lo que sigues andando, el suelo se empieza a hacer menos pegajoso, no se vuelve tan desagradable ya, hay productos chinos, variedad de moles, igualmente hay insectos servidos en platos demasiado elegantes, pero esos pasillos, los últimos que vas pasando para llegar a la salida en realidad no están tan mal, a lo único que huele es a especies, sal, pimienta o determinado vinagre, pero es un pasillo que disfrutas, porque más que el olor, sabores, sonidos, hay muchos productos chinos, cosa que no ves cerca de tu hogar y puede ser un tanto curioso. Aunque también así como hay en el mercado variedad de productos, puedes encontrar gente que viene de China, Japón, Estados Unidos, Rusia, y el poder escuchar como hablan y estar ahí te hace sentir que puedes estar en muchos lugares a la vez.

Dirección: Avenida Arcos de Belén, Cuauhtémoc, Centro, 06720 Ciudad de México, CDM

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