Diecinueve Ese.
Luciana Fernández Durand.
El martes 19 de septiembre, llegamos a la escuela con una probabilidad del cinco por ciento de volver a vivir un sismo el mismo día que nuestros padres hace 32 años. Era tan poca, y tan impensable que nadie se preocupó por hacer ese cálculo con anticipación. Aún así, por la mañana todos nos creíamos listos. Esperar la alarma. No correr, no gritar, no empujar. Pasar lista una vez, contar otra, y con la certeza de que todo está bien, regresar a la normalidad. Los protocolos de seguridad nos parecían un simple trámite.
Y de repente, a la 1 la tierra se movía debajo de nosotros y presenciábamos cómo ese cinco por ciento de probabilidad se convertía en un hecho. Ninguno esperaba la alarma. Corrimos, gritamos, empujamos. Pasamos listas tantas veces como nos fue posible, contamos, y contamos, y contamos. Después, sin la certeza de que todo estaba bien, supimos que después de esto, nada volvería a la normalidad.
Ese mismo martes, se me perdió el corazón. La tierra se sacudía, todos tratábamos de bajar las escaleras con prisa y, de repente, ya no estaba apretujado entre mis costillas y mis pulmones, como todos los días.
No tuve tiempo ni cabeza para dedicarme a la búsqueda exhaustiva que cualquiera haría después de perder algo de suma importancia. Pero, para mi suerte, mi preocupación se acabó cuando empecé a encontrar poco a poco mi corazón por todos lados.
Primero lo encontré escondido en los maestros del colegio, que a pesar de estar asustados ellos mismos, sonreían y nos dedicaban sus palabras de fuerza.
Minutos después lo vi reflejado en los chalecos verdes y la piel insolada de mis compañeros, que corrían de un lado al otro del campo, en busca de cualquier tarea que pudiera hacer todo un poquito mejor.
Lo vi también en los niños, consolándose y diciéndose los unos a los otros que todo iba a estar bien, a pesar de que ninguno tenía la certeza de ello.
Estuvo apretujado entre los abrazos de reencuentro de los padres que llegaban a ver a sus hijos, sanos y salvos; también en los sándwiches y botellas de agua repartidos esa tarde, y todas las siguientes.
Lo vi en los mensajes de ánimo escritos en las latas en los centros de acopio, y en las manos que pasaban cajas en las cadenas, pintado en un cuadro empolvado que sacaban de los escombros, y nos recordaba la vida antes del martes.
Lo escuché en el Himno Nacional que salía de las voces de los rescatistas y los voluntarios, y que, para todos nosotros, después de ese día, tiene un significado diferente.
Estaba vertido en las cubetas que pasaban de una mano a otra en la cadena de la zona cero y dentro de los libros leídos en los albergues. En las nuevas amistades y los nuevos compañeros que se formaron porque desde el primer momento nos supimos cómplices.
Lo vi triste, observando la indiferencia, el machismo, y la maldad, pero también lo vi contento, observando la solidaridad, la emoción y la organización a flor de piel.
Escurrió junto con todas las lágrimas que lloré y junto con las que aún no he llorado.
Lo vi levantado en los puños que pedían silencio y también en los que nos avisaban que, bajo las piedras, alguien aún respiraba.
Y aunque la mayoría de él está de vuelta, apretujado entre mis costillas y pulmones, hoy, tres semanas después, sigo viendo una gran parte de éste en la comunidad que tengo frente a mí.
Hoy, después de todo lo visto, vivido, escuchado y aprendido, decido quedarme con las ganas de luchar porque la solidaridad y la organización ciudadana sean una cosa de todos los días, con las ansias de una normalidad en donde seamos escuchados y escuchemos a los otros, y con un recuerdo que antes parecía solamente pertenecer a nuestros padres y ahora nos pertenece a todos.
Palabras pronunciadas por la alumna Luciana Fernández Durand durante la ceremonia en reconocimiento al personal del Colegio Madrid y a los alumnos integrantes del Comité interno de protección civil, por su comprometida y solidaria actuación durante la emergencia ocurrida el pasado 19 de septiembre.
Erika Romero
Este escrito es un reflejo de la clase de ciudadanos que forma el Colegio Madrid. Gracias a la comunidad por formar hombres y mujeres fuertes capaces de alzar la voz y de querer a su país y a su gente.
Ricardo Fuentes
me gustaria tambien tener el texto del discurso de la Directora General. gracias!!!
ROCÍO LÓPEZ RAYA
Muchas felicidades Luciana, muchas felicidades mi MADRID BIEN!!!, esa clase de mentalidad es la que se forma en este bello Colegio, MADRID BIEN!!!, es el claro reflejo de lo que hasta hoy sentimos aun muchos de los que el 190917 será nuevamente imborrable. Gracias Luciana por ser de las personas que vivió ese día y sigue viviendo sin indiferencia.
Gracias vida por seguir a nuestro lado e incansablemente seguir luchando por el bien común. MADRID BIEN!!!
María Esther Ferreira
Gracias!!!
Cada uno de los corazones que estaban.ahí latiendo muy rápido por todo lo ocurrido y los que estábamos esperando llegar a abrazar a nuestros hijos , se unió en lo que es la comunidad de nuestro colegio, un corazón fuerte, solidario, sensible, empático, y agradecido con todos los que formamos esta gran comunidad.
Felicito a cada uno de los miembros de esta familia Madrid!!
Madrid bien!!!!
Fuerza México !!!
Soraya Perezbiachelanni A.
Que hermosas, emotivas palabras que bella manera de reconocer la labor de todas las personas, un corazón tan grande y observador lleno de belleza espiritual, no permitas que nadie te quite esos hermosos sentimientos ni la bella manera de expresarlos un gran abrazo de corazón y mi reconocimiento a todos como comunidad escolar
Paola Monreal
No dejo de sentirme orgullosa de lo que significa ser parte del Colegio Madrid.
¡Madrid Bien!
Ma. Eugenia Colsa
Gracias Luciana por tan emotivas palabras que al leerlas hoy me han emocionado tanto como ayer. Gracias a todos los jóvenes con los que, desde el espacio del Colegio, hemos compartido una parte de su vida y los hemos visto crecer y madurar. Hoy sabemos se van convirtiendo en los hombres y mujeres que nuestro país necesita. Continúen así, nos sentimos muy orgullosos de ustedes.
Marianela Orozco Ito
Emotivas y llenas de sentimiento y calidad humana tus palabras Luciana.
Gracias a cada uno de los integrantes de nuestra comunidad, estando en la Condesa tenía la certeza de que mi hija estudiante del colegio estaba segura.
Ahora más que nunca Madrid bien!
Diana Carbajosa
Muy bien dicho Luciana. Me recuerdas a tu abuela Marcia, quien , como tu, es también una ciudadana ejemplar y magnífica persona.