Campeche 2018: Entre estromatolitos y monos aulladores y entre mayas y piratas.
La generación de cuarto semestre de CCH realizamos nuestra práctica de campo de Biología e Historia a Campeche-Calakmul-Bacalar, con el propósito de reconocer la biodiversidad y conservación de los ecosistemas de Campeche y Quintana Roo, así como las expresiones culturales en la zona maya desde el periodo prehispánico hasta la actualidad.
El periplo comenzó a las tres de la madrugada en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en una difícil y burocrática documentación que apenas nos alcanzó el tiempo para abordar y salir a las 5:10. Mérida fue el destino, donde desayunamos en el hotel Conquistador para salir de inmediato rumbo a la ciudad de Campeche. El grupo en el que me tocó comenzó las visitas académicas en el fuerte de San Miguel, que alberga el museo arqueológico del estado y su colección de figuras funerarias de Jaina y las masaras de jade de los señores de Calakmul, que apenas pudimos ver, porque sus salas fueron reabiertas en ese momento, después de haber estado prestadas a exposiciones itinerantes. En el fuerte vimos los garitones, las troneras, el foso, las murallas, la entrada serpentina, la puerta levadiza, todos elementos de la arquitectura militar.
Ya hacia medio día, fuimos al maleconcito enfrente del fuerte de San Pedro, para embarcarnos en las lanchas que nos llevaron al manglar los petenes, vocablo maya que significa “campos llanos junto al mar a manera de islotes”, que describe con precisión el paisaje. Vimos mangle rojo, negro y blanco, pastos marinos, pato buceador, pelícanos y peces. Tuvimos tiempo para echarnos un clavado en las clarísimas aguas de un ojo de agua, verdaderamente espectacular.
Después de comer, fuimos a hacer el recorrido por el centro de la ciudad amurallada, cuando visitamos la puerta de mar, los baluartes como el de Santiago con su espléndido Jardín Botánico de especies locales, e hicimos el paso de ronda desde la puerta de tierra hasta el baluarte de San Juan. Finalmente, después de un largo día de 18 horas cenamos en el centro de la ciudad.
Al día siguiente visitamos el sitio arqueológico de Edzná y sus incomparables mascarones del dios solar con su estrabismo, mutilación dentaria, su narigueras y orejeras. También vimos el edificio de los cinco pisos y las obras hidráulicas para abastecimiento y conservación de agua. En ese sitio expusimos el tema de selva baja, que nos rodeaba. A medio día comimos en Champotón y luego fuimos a la cueva de los murciélagos, en las cercanías de Calakmul, donde, casi en punto de las seis de la tarde, cientos de miles, quizás millones, de murciélagos nectarívoros e insectívoros, salieron de una cueva de más de 600 metros de largo en grandes nubes; todo un espectáculo. Por la noche, en un breve seminario, aprendimos a usar la aplicación iNaturalist, para consultar las especies que podemos observar. También hicimos un breve ejercicio de Madrid Tutor sobre acoso y trabajamos en nuestra bitácora.
La mañana siguiente, muy temprano, fuimos a Calakmul, ca=dos, lak=adyacentes y mul=montículos, nombre que le dieron los arqueólogos a este lugar, pero que en realidad se llamaron a sí mismo, Oxtetun, ox=tres, te=grandes y tun=piedras. Pudimos ver los marcadores solares de los edificios tipo E, que marcan los solsticios y los equinoccios y subimos a las estructuras I, II y VII, con sus extraordinarias vistas de la selva. En las exposiciones aprendimos sobre las selvas altas y la flora y fauna de Calakmul, que incluye maderas preciosas, jaguares, pumas, pavo ocelado, venado, pecaríes, osos hormigueros, venados bura y cola blanca, y por supuesto el mono aullador y el mono araña, ambas especies que pudimos ver en vivo y en su hábitat natural. Saliendo de Calakmul, visitamos Balamkú, balam=jaguar y kú=templo, y el friso del universo, con sus enormes anfibios y reptiles.
Por la noche, después de nadar en la alberca y cenar, en el seminario de biología leímos unos artículos sobre conservación ambiental, manglares y selvas, y redactamos una conclusión colectiva.
El cuarto día comenzó con la visita a Chicanná, chi=boca, can=serpiente y ná=casa, que pretende describir la fachada zoomórfica, estilo chenes, del templo principal, que en realidad es una representación de Itzamná, dios padre y de la sabiduría de los mayas, donde nos tomamos una foto de toda la generación 2019. A pocos kilómetros visitamos Becan, be=camino y can=serpiente, que describe los hilos de agua que se forman cuando llueve en Becan, donde pudimos ver un verdadero multifamiliar maya del periodo clásico con sus torres estilo río bec, así como las súper verticales pirámides.
A medio día nos trasladamos a Bacalar, a un centro turístico llamado “Los rápidos”, un canal de aguas súper cristalinas, donde vimos estromatolitos, uno de los seres vivos evolutivamente más antiguos, a los que les debemos el oxigeno de la atmósfera, que a lo largo de miles de años forman estructuras minerales estratificadas parecidas a rocas, del griego stroma=cama o alfombra y litos=piedra. Ver el origen de la vida “en vivo” realmente estremece el cuerpo. La tarde terminó nadando en el balneario.
Por la noche, después de cenar en Calderitas, en el seminario de historia nos divertimos haciendo improvisaciones escénicas, con temas como la piratería de Campeche, la lucha entre Tikal y Calakmul o la observación de un eclipse, cuando en sólo 30 minutos escribimos un breve argumento teatral, que actuamos ante la risa de todos.
El último día incluyó la visita en lancha de la laguna de Bacalar, donde pudimos apreciar sus siete colores, producto de la diferentes profundidades y colores de la arena, que incluyó tres cenotes y el canal de los piratas que une la laguna con la bahía de Chetumal, donde nadamos y nos pusimos mascarillas de arena lodosa para exfoliar la piel. Finalmente comimos en el Cenote Azul y nadamos en la superficie a más de 100 metros de profundidad bajo nuestros pies. Los 108 alumnos, más 9 profesores y 5 monitores de sakmul nos tomamos una foto antes de partir hacia el aeropuerto.
Fue una gran práctica de campo en la que convivimos toda la generación en estos extraordinarios espacios biológicos e históricos, pero, sobre todo, aprendimos sobre la diversidad geográfica, ecológica y cultural de la península de Yucatán, así como la necesidad de proteger y respetar tanto el medio ambiente como las expresiones culturales.
Alicia Carvajal
Felicidades por esta práctica. Por lo que nos contó nuestro hijo y por la reseña tan detallada que incluyeron, corroboramos que fue enriquecedora en muchos sentidos. Gracias a todos: a los profesores que los acompañaron, incluida Ana María (directora), y a quienes sin ir al viaje lo hicieron posible.