Gilberto Bosques es un personaje imprescindible en la historia diplomática de México.

En los años treinta del siglo XX México pasó de una política más bien defensiva y reactiva, enmarcada por la Doctrina Estrada, a tener una actitud activa en el ámbito internacional. Esta política activa se distinguió con actos como su decidido apoyo a la Segunda República Española y la protesta ante la sociedad de naciones por el ataque soviético a Finlandia, así como por el llamado Anschulss o anexión de Austria por la Alemania Nazi.

La clara política antifascista del presidente Lázaro Cárdenas favoreció las negociaciones de México con los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra a partir de la expropiación de las empresas petroleras en 1938, mal llamada expropiación petrolera, porque el petróleo ya era de la nación desde la constitución de 1917. Los gobiernos estadounidense e inglés entendieron bien que ese no era un pleito entre gobiernos sino contra un grupo de empresarios abusivos que desacataron resoluciones de la Suprema Corte mexicana.

A finales de 1938, cuando se colapsó el frente catalán durante la guerra civil española y era evidente el cercano fin de la República, Lázaro Cárdenas envió a Gilberto Bosques a Francia como cónsul y le encomendó la misión de proteger a cuantos españoles republicanos cruzaran la frontera franco española. La labor de Bosques fue mucho más allá y a nombre del gobierno mexicano rentó los castillos franceses de Reynarde y Montgrand, donde albergo a miles de expatriados españoles esperando un pasaje de barco hacia América; otorgó decenas de miles de visas a perseguidos políticos que huían de España, pero también centroeuropeos que huían de la Alemania Nazi y muy pronto, también de la Francia ocupada. Miles de judíos, republicanos y comunistas obtuvieron papeles para emigrar a México y otros países de América Latina. Eventualmente Gilberto Bosques, junto con su familia y varios funcionarios del consulado, fueron hechos prisioneros en Bad Godesberg por los Nazis. Después de casi un año de cautiverio en 1944 fueron canjeados por prisioneros alemanes en México.

En 1946 regresó a Europa como embajador de México en Portugal, gobernada por Salazar, amigo de Franco, y donde, mediante un pacto de caballeros con el dictador portugués, todavía logro rescatar a muchos exiliados españoles. Su carrera diplomática continuó en Finlandia, Suecia y Cuba, durante los cruciales años de su revolución.

Murió a los 103 años, perfectamente lúcido; María Luisa Capella contó una anécdota, cuando al saludarlo: “¿Cómo estás Gilberto?”, contestó totalmente serio “Muy bien; lleno de proyectos”.

El exilio judío a México en las vísperas e inicio de la segunda guerra mundial, menos numeroso que el español, fue también muy importante en términos cualitativos, con la llegada de personajes como Wolfgang Paalen, Lieb Katz, Egon Erwin Kisch y Rodolfo Stavenhagen  entre muchos otros.

El exilio español a México, mucho más amplio, trajo a miles de españoles “trabajadores de todas las clases”, como rezaba la constitución republicana española, y tuvieron un impacto muy significativo en todos los ámbitos de la sociedad mexicana. Un ejemplo claro fue la llegada de ocho ex rectores de universidades españolas durante la república, como Blas Cabrera, ex rector de la Universidad Central de Madrid y José Puche Álvarez, ex rector de la Universitat de València, además de varias docenas de científicos y humanistas de primer orden.

De todo esto y mucho más platicamos el martes 25 de marzo por la mañana en el merecidísimo homenaje a Don Gilberto Bosques que se realizó en el marco de la conmemoración de los 75 años del inicio del exilio español en México, en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, convocado además por la Academia Mexicana de Ciencias y la Cátedra del Exilio Español de la UNAM.

Las palabras inaugurales corrieron a cargo de la doctora Patricia Galena, directora del INEHRM, el doctor José Franco López, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, y el doctor Sergio Alcocer Martínez de Castro, Subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Además hubo dos conferencias, la primera del Doctor Javier Garciadiego, presidente del Colegio de México, institución heredera del exilio español, y la segunda de la doctora Mari Carmen Serra Puche, representante de la UNAM en la cátedra del exilio, nieta de exiliados y exalumna del Colegio Madrid.

Asimismo hubo una mesa redonda titulada “Vida y obra de Gilberto Bosques”, moderada por el doctor Adalberto Santana y en la que participaron los doctores Graciela de Garay, José Francisco Mejía Flores y Rubén Torres Martínez, quienes nos pintaron la figura de este extraordinario mexicano.

En el recinto, además, estaba una exposición de fotografías del archivo de Gilberto Bosques con cédulas con las anotaciones del propio Don Gilberto, y algunos objetos personales, como una cámara fotográfica, plumas y una lupa.

Los asistentes, muchos relacionados de una u otra manera con los exilios judío o español, y por lo tanto muy agradecidos con la figura de Don Gilberto, nos quedamos con una pregunta en el aire ¿Cómo transmitir a los jóvenes del siglo XXI la importancia de este tipo de personajes y las luchas realizadas por aquellos que tuvieron que salir de sus países, incluso de su continente, para poder sobrevivir?

Por lo pronto, el próximo viernes 11 de abril se realizará en el Colegio Madrid la ceremonia de la proclamación de la Segunda República Española.

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Comments (1)

  • Su nombre y sus acciones deberían de set un premio internacional que otorgara nuestro país a los hombres o mujeres que por sus acciones se lo merecieran alos
    Ojos de un jurado de hombres y mujeres de bien

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