Mercado de Costa Rica.
Camila Carreño Gaytán 4010
De todos los mercados a los que he ido, definitivamente éste es uno de los más originales, respecto a lo que he vivido y visto a lo largo de mi vida. Es un mercado muy grande a lo largo de una carretera en medio de la selva alta. Me bajé como parada antes de llegar a el volcán Poás. Miles y miles de estantes llenos de frutas, amarillas, naranjas, rojas, rosas, verdes, naranjas y colores que no se si quiera que tengan un nombre, se encontraban allí. En frente se encontraba la fruta, frutas que nunca en mi vida había visto, ni probado, y en el fondo, vendían dulces picosos, aguas de sabor puestas en jarrones de plástico muy grandes. Algunas de ellas Amarillas pastel que provenía del extracto de una semilla.
El mercado tenía gente de todos los colores, pero sobre todo morenos bien nutridos, musculosos, y no porque hicieran ejercicio, sino porque tienen comida de muy buena calidad, el pollo en los estantes era blanco, no amarillo como el de la Ciudad de México. La humedad hacía que el olor de las cosas se condensara, pero no era olor a sucio, olía muy particular. Habían plátanos por doquier, manzanas de agua, y demás frutas. Pero definitivamente lo que más me gustó fue la cantidad y variabilidad de sabores y colores con los que me sorprendió el mercado.