Mercadeando ando.

Domenica Goussen Araiza 4040

“Porque en mí floreció tu primavera;

porque tu otoño maduró mi espiga que el invierno guarece y atempera…

” Salvador Novo, el cronista de México y Coyoacán.

¡Coyoacán es único!

Habitar la Ciudad de México te da cotidianamente la impresión de estar recorriendo un espacio diferente cada día, ya que nunca llegas a saber en dónde están sus límites, y cada vez te puedes encontrar recorriendo calles que no conocías. Pero también resulta un cuerpo viviente, lleno de total caos. Sin embargo, y pese a todo, me encanta mi ex Distrito Federal, y en especial el lugar en donde tengo mi casa, Coyoacán.

Desde que nací he vivido en esta delegación y aunque a lo largo de mi vida me he movido por sus colonias, nunca he estado más allá de sus límites (bueno, hubo un periodo de dos años en que permanecí en Huesca, Aragón, España). Realmente, Coyoacán es de mis lugares favoritos, y principalmente su centro: andar sus callejones empedrados, parques, plazas, jardines, casas de cultura, museos, heladerías, librerías, restaurantes y sus inevitables puestos callejeros, para ser absorbida por una gama de colores, olores y sabores que, de manera casi mágica, se hallan en el lugar que más se caracteriza por incluir todo esto: el Mercado de Coyoacán. Por todo ello, cuando me asignaron esta tarea, no dude en escoger este espacio para describirlo.

Los mercados son una antigua tradición que se remonta a las culturas mesoamericanas: el lugar en donde se practicaba el trueque del antiguo tianguis (del náhuatl tiānquiz(tli) “mercado”). Y aunque la planeación de éstos, sus puestos y la mercancía que se vende han ido cambiando, el concepto de este espacio se mantiene igual: es un punto de reunión social y comercial, en donde se combinan el comercio con las tradiciones, el diálogo y el disfrute del tiempo libre de los coyoacanenses y sus visitantes (que cada vez son más).

Aunque cada mercado de la Ciudad de México es diferente (desde los aún existentes de buhoneros y objetos robados que se ponen sólo los fines de semana en zonas marginales, sobre todo en Nezahualcóyotl y el mercado de Tepito -que es el sui generis de esta Metrópolis que se niega a olvidar el barrio; el mercado de San Juan y sus productos sólo para gourmets, hasta el mercado de Sonora que tiene ganada fama por los artículos excéntricos que se pueden encontrar para creyentes, fanáticos, chamanes y hasta mujeres enamoradas que aún creen “amarrar” al machito de sus amores), todos incluyen ser un centro de comercio social; como lo es el Mercado de Coyoacán.

Dentro de esa construcción roja que abarca toda una manzana de la colonia El Carmen, con un techo en forma de arco, puedes encontrar el olor de tus dulces favoritos, el disfraz que usarás para Día de Muertos y El Grito, las hojas para forrar tus regalos, la comida corrida, los sopes y esa gran tostada que satisfará tu apetito o el del oficinista que siempre tiene el tiempo medido; el cerrajero que te ayudará con esa chapa que ya no funciona, alguna bonita bolsa o huipil para regalarle a tu mamá. Además de la diversidad de  puestos llenos de tonalidades y tradiciones, encontrarás a las personas que participan trabajando en el ajetreo de cada día y que nunca te niegan su amabilidad.

Aunque te puedas perder en sus múltiples pasillos, con la gran cantidad de puestos que se amontonan unos contra otros, cada uno va encajando como pieza de un complejo rompecabezas y encuentra su lugar en este gran laberinto donde explotas tus cinco sentidos, el olfato, la vista, el tacto y el gusto.

Frida Khalo es uno de los iconos de Coyoacán; pero este “tianguis” ya resulta un referente que incluso la contiene: ¡hasta bolsas para el mandado con su figura se encuentra uno en este mercado!

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