Y ganaron los rudos
Con el objetivo de realizar una observación participante aplicando los conceptos teóricos vistos en las clases de Ciencias Políticas y Sociales y de Teoría de la Historia, todos los alumnos de quinto semestre fuimos a la Arena México para analizar los hechos sociales que se presentan en los espectáculos de lucha libre, el pasado viernes 27 de octubre.
Simplemente llegar al inmueble en la Calle Dr. Lavista 189 nos sumerge en uno de los ambientes más característicos de la cultura popular de la Ciudad de México. Aunque está lleno de turistas sorprendidos (igual que nosotros) ante el exotismo del espacio, claramente somos minoría frente a un público asiduo y fanático que son los que realmente le dan personalidad al espacio. Los puestos de máscaras, camisetas y demás objetos icónicos de la lucha se mezclan con los de alimentos y pepitas, así como los transeúntes en espacios muy reducidos para la cantidad de gente que somos. Varios de nosotros compramos máscaras para representar algún personaje. Los preferidos: doctor Wagner, el Huracán Ramírez, Mephisto, El Místico y Blue Demon. La máscaras no recuerdan que todos representamos personajes diferentes en los diferentes contextos en los que participamos.
Ya en el interior, las presentaciones de los luchadores en medio de vapores y humos, música pesada a todo volumen, edecanes, luces multicolores en movimiento, pantallas gigantes con videos en directo o grabados, y la voz oficial que alarga las vocales para generar emoción. La lucha empieza con saltos, empujones, cabriolas, golpes simulados, acrobacias que, si bien tienen algún mérito deportivo, serían aburridísimos por si solos. Para disfrutar hay que involucrarse en la narrativa, participar realmente en la observación, entender la épica del bien contra el mal personificados en los técnicos contra los rudos.
En las preliminares hubo una de parejas; una tercia de mujeres, en la que destacó la panameña Dalys; un trío masculino; y el match relámpago entre Soberano y Mephisto. El duelo semifinal de ídolos, estuvo dominado por el inmenso italiano Marco Corleone quien, además de guapo, tundió a los rudos. La estelar enfrentó al reaparecido Místico, con su prístina máscara alba, encabezando al trío técnico, en contra de Último Guerrero, líder de los rudos, quien extrajo el grito de uuh uuh con los brazos simiescos al público.
Fieles a la observación participante, gritamos, nos identificamos con los técnicos, coreábamos los saltos desde la tercera cuerda, nos involucramos… Y ganaron los rudos.