Oaxaca 2014

Oaxaca, sin duda, nos refresca la mirada. En un mundo dominado por los estereotipos y lugares comunes de los medios de comunicación y las redes sociales, el esplendor de la diversidad cultural, en un espacio acotado como lo es la ciudad de Oaxaca y sus alrededores, nos maravilla y nos entusiasma.

En dos viajes, del 13 al 15 y del 20 al 22 de febrero pasados, a partir de las asignaturas de Historia de México y de Biología, realizamos nuestra práctica de campo a Oaxaca con la generación de cuarto semestre de bachillerato, y con el fin de reconocer la enorme diversidad cultural y de biodiversidad que caracteriza esta región, así como sus implicaciones en cuestiones como pervivencias y transformaciones, sincretismo y mestizaje, condicionamiento y adaptación, en cuestiones como lengua, alimentación, artesanías y productos locales, formas de vida, adaptación y especies endémicas.

Salimos muy temprano el jueves, y a mitad del camino paramos para apreciar la Reserva ecológica de Tehuacán. Después de siete largas horas de autobús, nos recibió la magnificencia de Montealbán, emparentada con Teotihuacán por su gigantismo arquitectónico, pero única por su situación en la cumbre de una montaña y dominio visual sobre el paisaje, por sus basamentos con amplias alfardas y tableros con su doble escapulario, por no mencionar sus estelas con danzantes y sus tumbas en hipogeos.

Rodeando las montañas llegamos a Cuilapan y su basílica sin techo, donde se encuentra una inscripción con la fecha calendárica en código mesoamericano y en código cristiano, y donde apreciamos los frescos a la grisalla con sus grutescos en el lugar donde Vicente Guerrero fue fusilado.

En el centro de Oaxaca comimos alguno de los innumerables platillos oaxaqueños, quizás una tlayuda con tasajo o un coloradito o un amarillo o simplemente mole negro, frijolitos con hierba santa, los típicos chapulines, aunque por desgracia el mezcal no está permitido, pero sí un té de poleo o un chocolate con agua y pan de yema.

Por la noche vimos una representación de la Guelaguetza con música en vivo y ante nosotros desfilaron una gran variedad de trajes tradicionales, desde el colorido, majestuoso y elegante baile de tehuana, hasta los austeros y serenos bailes de la sierra mixteca, pasando por el baile de la pluma y los albures colorados de Pochutla; la diversidad dentro de lo tradicional nos golpea los ojos y los oídos.

Temprano por la mañana visitamos Mitla con sus tableros con grecas y sus inmensas columnas y dinteles monolíticos, y donde se ve en una sola vista la continuidad de lo prehispánico, lo colonial y lo moderno. El monumento natural de Yagúl y su fuerte en la cima de la montaña nos enseñó el arte de la resistencia desde épocas antiquísimas, pero sobre todo el ecosistema preponderante de la zona con sus bosques bajos.

Tlacochahuaya nos mostró que los dominicos no sólo construyeron a lo bestia, sino que en este sutil convento presenta la refinada pintura al fresco hecha por los indígenas con grana cochinilla, además de su famoso órgano también delicadamente ornamentado.

Ya en la ciudad fuimos al Jardín Etnobotánico, barroca y recargada muestra de la biodiversidad de la entidad con sus biznagas, cactus y camotes, entre sus más de 1300 especies, muchas de ellas endémicas, y donde también vimos el teocintle, ancestro silvestre del maíz.

El templo y ex convento de Santo Domingo impactan por sus dimensiones y su reciente restauración, sede del Museo regional de historia y que contiene los extraordinarios objetos hallados en la tumba siete de Montealban, con sus pectorales, aretes, cascabeles, besotes y orejeras elaborados con oro, jade, coral y cristal de roca, entre otras muchas piezas.

El paseo por el centro de la ciudad nos llevó al ex convento de las Catalinas y sus lavaderos de las monjas, el museo Tamayo y su colección de arte prehispánico, la Catedral de Antequera y sus espaciosas naves, las sobrepobladas plazas del zócalo, los mercados, el templo de San Felipe Neri, la basílica de la Soledad, entre otros muchos espacios únicos. Cansadísimos, ya en el hotel, realizamos el seminario con el tema, por supuesto, diversidad.

De regreso todavía nos dimos tiempo de pasar por lo enormes conventos de Yanhuitlán, construido sobre un basamento prehispánico y con la nave más alta de México, Teposcolula y la incomparable capilla abierta de estilo gótico y Coixtlahuaca con su retablo barroco en blanco y sus dos fachadas también góticas, contundentes muestras del trabajo de evangelización donde la labor de unos cuantos frailes y el trabajo de miles de indígenas nos legaron estos edificios verdaderamente masivos.

A lo largo de toda la práctica nuestros estudiantes recabaron in situ un glosario de términos en lenguas originales y estuvieron tomando fotos para entregar, ya en México, un catálogo fotográfico electrónico de la biodiversidad, de dioses mesoamericanos y santos cristianos, de edificios prehispánicos y coloniales y de productos alimenticios y artesanales oaxaqueños, todas las fotos con cédulas que la identifican.

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